martes, 27 de septiembre de 2011

Capítulo VII: De salidas, escalas y llegadas. El primer día.

“Ahora empieza tu nueva vida”
Jueves 15 de Septiembre del 2011.
Suena el despertador poco antes de las ocho, y me levanto nerviosillo: ¡empieza todo! Parecía que nunca llegaría este día, y… ecco qui! Al final, me llevan en coche (un detalle, por cierto) y llego a Manises sobre las nueve y media, donde me duermo con la facturación y las esperas… Por cierto, vivo al límite: ¡19,5 kg en la facturada y 10 kg en la de mano!
A las 12 y media, Vueling me ayuda a decirle “¡hasta otra!” a Valencia, y saludar a Roma, aunque menudo desperdicio: con tanta cosas que hay que ver, y sólo facturo y espero… ¡Coñazo! Por fin, a las cinco y media, me subo de nuevo en otro avión (esta vez, Windjet, donde me hacen un capuccino buenísimo y no paro de escuchar a un bambino que habla igual al protagonista de Cinema Paradiso), y llego a Catania sobre las siete: casi once horas de viaje, pero… ¡al fin estoy aquí! Por ahora, ha sido un día de teléfonos sonando continuamente, de estar sólo yo y mis pensamientos…
En el aeropuerto, cojo las maletas y me meto en un taxi que me lleva por barrios suburbiales donde conducen felizmente: la gente sin cascos, sin cinturón; mucha vespa donde se suben tres personas, furgonetas enanas en las que no sabes como narices entran; la gente conduce que da miedo… ¡Están locos! La ciudad “algo” sucia, los edificios son viejos  y no están muy reformados, que digamos… Mis miembros masculinos en el cuello, a modo de corbata, y una voz en mi cabeza diciéndome “Diego, ¿cómo has acabado en el Bronx de Italia?”
Poco después, el taxista me deja en Piazza Currò (tampoco es el concepto de plaza que yo tenía en mente), en la puerta del Agora Hostel, y me sopla 25 pavos. Eso sí, nada más bajar, empiezo a conocer a españoles en la puerta, y algún italiano, todos majísimos: ¡el tema empieza a animarse! Arriba, me quedo en la habitación Azzurro (sí, cada habitación del hostal se llama con el nombre del color de la puerta) con once personas más (casi todos españoles, algún francés, alguna holandesa). Abajo, en el bar, cenas comida buenísima por 6 euros (gnocchis, pennettes, couscous…). ¡Y empiezas a conocer a todo el mundo! ¡Un buen rollo impresionante! ¡Y el restaurante con música medio en directo medio en playback!
Al acabar de cenar, caminito a Piazza Duomo y Teatro Massimo Bellini. En ese momento, todas mis primeras impresiones de Catania empiezan a cambiar: es bellísima, tiene un encanto precioso, geniales personas, y, sobre todo, empiezas a eliminar los antiguos prejuicios que tenías. ¡Tremendo ambiente! Rollo Benicassim pueblo hace unos años, ¡pero más “grande” todavía!
Por ahora, la sonrisa no se me ha quitado de la boca ni por un segundo. Estoy seguro de que este año voy a vivir más de lo que he vivido hasta ahora. Catania mi piace!!
Por ser la primera canción que escuché al llegar aquí. Canción: La Flaca (Jarabe de Palo)

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