lunes, 10 de septiembre de 2012

Capítulo XLIV: De nuevo, aviones


1 de agosto. Ya. Tan rápido… Me sorprendo por el ritmo de vida tan acelerado que llevamos.
Sentado ya en el avión, casi 11 meses después, parece que todo siga siendo igual que ayer: mismas maletas, misma escala, tantas horas para pensar… Pero las maletas están algo más ajadas, y la sensación no es para nada la misma: ya no hay esa emoción que se tiene al empezar una aventura, ese cosquilleo por llegar, por saber cómo será, ese pequeño miedo, esa adrenalina…
El tiempo ha pasado. Entre días y lunas, entre risas y sueños… Nos hemos acomodado y, sin darnos cuenta, el tiempo se nos ha escurrido entre las manos… Y aún quedando tantas cosas por hacer, no hemos podido aprovechar mejor cada momento…
Sigo siendo el mismo, el mismo pesado de siempre, el mismo tipejo sonriente. Pero tengo la sensación de que algo dentro de mí se ha alejado sin darme cuenta. El Etna ahora se aleja, poco a poco, y soy consciente de que tardaré en volver a verlo. Como tantos rincones que he pisado, como a tantas personas que he conocido. Todo y todos, aunque no se note, acaban dejando algo de huella en uno mismo.
Empieza a asomar Messina. Me trae recuerdos… Sicilia… Toda Sicilia es maravillosa, ahora sí que lo puedo decir. Es tierra de paraíso con su ritmo, con sus gentes… Tal vez, algo caótica, pero “a veces necesitamos un poco de sur para no perder el norte”. Es mágica, tiene su encanto, su duende especial: mitos y leyendas, surrealismo por todas partes… No sé, tan diferente, tan bizarra, mucho más “normal” que otras ciudades europeas, que son más silenciosas, más frías y más grises. Con menos vida.
Vuelvo a mirar por la ventana, las últimas tierras, las Eolias. ¿Ésa era Vulcano? No sé, me las perdí. Pero su volcán lanza algo de humo. Es bellísima la sensación de pensar que la isla te dice arrivederci de una forma tan suya, no hay mejor forma de despedirse de ella. Sí, quedarme unos días más fue una buena opción.
Ahora sí que sí, Sicilia queda atrás. Ahora toca echar la vista hacia delante, hacia nuevos horizontes, pero sin olvidar lo que me queda dentro. Llevo poca cosa: me vuelvo con dos maletas con algo de ropa, un libro y un Fuoco dell’Etna. Pero llevo conmigo lo más importante, esas pequeñas cosas que te recuerdan a gente tan grande y a momentos tan inolvidables: un cuadro dedicado, una canción de Ferreiro, una entrada al Bellini y otra al Palagiacchio, un dibujo con la cara de un payaso, unos juegos de burgalés alcohólico, un “Moncho” como grito de guerra… A ésos los llevaré siempre conmigo...

1 comentario: