sábado, 3 de diciembre de 2011

Capítulo XXIII: Días en Catania (III)


“Últimamente, ya no veo nada raro por Catania. Y eso me gusta: me he hecho a la bella città

Ir a casa de Álvaro Luna una noche para ver una preciosa imagen: el Etna en plena erupción.
Las catalanas son un amor: vienen a casa y en vez de traer un vino o una planta, traen una taza del váter… ¡Gracias!
Jaime y Roy hacen trueques con sus muebles, en plan “mi hija por tu camello”.
¿Y si nos apostamos los muebles en una partida de póker? ¡Al final, quien gane los puede vender en La Fiera!
Sandra me ha despertado a colchonazos… ¡Qué cariñosa!
Sí, ¡sobrevivimos sin microondas!
Enganchado a Lost. I’m lost! Puto Luispa…
Luispa y Jaime han robado un banco. Luego, les ha perseguido un coche, que ha bajado la ventanilla y les ha dicho: “Ma che cosa fai?”. Tranquilos, siguen vivos.
He visto una vespa con paraguas bajo la lluvia.
¡Cuatro horas para cortarme el pelo! Normal, se hizo con una máquina sin batería…
Roy me ha hecho mirar a los ojos de la estatua de Economia… A ver quién puede más: ¡el diablo o yo! (¡Fijo que el diablo, jaja!)
¡Habitación adecentada! Y eso que es multiusos…
He ayudado a Álvaro a sacar un poco de pelas para Mashi-Kuna. ¡Qué grande eres, Álvaro!
Mónica y yo hemos hecho de hámsteres en una rueda del centro comercial. ¡Y superamos el récord de revoluciones por minuto! Lo malo es que después de dar una vuelta, volvemos a mirar triunfales el récord, y alguien nos había duplicado…
¿A qué hemos aprendido salsa, Roy? No, hemos aprendido lo importante de la asistencia.
“¿Capitas o no capitas?”, nueva frase Erasmus.
Ver a un viejecito con una vespa a 60 km/hora en punto muerto por Sangiulano no tiene precio.
Lamentable

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